Todos hemos estado ahí. Estás a punto de morder la segunda pupusa, ya le diste vuelta, y te das cuenta que el curtido se acabó y la salsa es un charquito simbólico. Levantás la mirada… y ahí está ella: la pupusera tacaña, la guardiana del tazón, la ninja del cucharón. Te ve. Vos la ves. Pero no se mueve. ¿Y ahora qué?
Aquí te damos las mejores técnicas psicológicas, diplomáticas y humorísticas para lograr más curtido y salsa sin que te echen esa mirada que dice:
“¡Si querés más, pagá otro dólar, pues!” 😒
¿Por qué son tacañas algunas pupuseras?
Antes de empezar, pongámonos en sus zapatos (o crocs de cocina):
- El curtido y la salsa son insumos que cuestan.
- Algunos clientes se sirven como si fueran a abrir un bufé.
- Hay miedo a que se desperdicie.
- Y hay quienes piden solo una pupusa… ¡y quieren medio litro de salsa! 😤
Así que sí, hay razones, pero eso no justifica la miseria curtida. Afortunadamente, hay maneras de negociar. Y aquí te van.
Técnicas para conseguir más curtido y salsa como un pro
1. La técnica de “la carita de cipote triste”
Funciona mejor si sos hombre adulto y tenés cara de buena gente.
“Disculpe, ¿será que me puede regalar un poquito más de curtido? Se me acabó, y está bien rico.”
Mirada tierna. Voz suave. No pongás cara de abuso. Funciona 9 de cada 10 veces.
2. El método de la indirecta educada
“¡Qué ricas las pupusas! Me quedé sin curtido desde la primera, ¿será que puedo repetir? Gracias.”
Decilo como quien no quiere la cosa. Como quien conversa casual. La clave: elogiar primero, pedir después.
3. El combo “yo soy cliente frecuente”
Aunque sea la primera vez que vas.
“Como siempre, el curtido suyo es el mejor. ¿Me regala un poquito más, porfa?”
Funciona especialmente si lo decís con una sonrisa y estás en ropa de oficina. Ellas asumen que sos alguien importante. 😎
4. El truco del vaso de curtido
Cuando lo sirven en bolsita o platito, pedí un vaso plástico:
“¿Será que me puede servir un poquito en vasito? Me gusta llevar para el camino.”
Ahora tenés curtido para la pupusa… ¡y para la cena en la casa! 🧠💥
5. Llevá tu propio tupper
Este es para nivel experto. Llevás un tupper pequeño, tipo “de gelatina de feria”, y preguntás:
“¿Será que me pone un poquito aquí? Es que me gusta tener bastante curtido.”
Si lo decís con actitud humilde y agradecida, muchas veces ceden. Si no, igual respetamos. No estás robando, estás culturizando tu pupusa.
6. Poné cara de que estás ahogándote en la masa
Cuando la pupusa se pone intensa, y necesitás el balance del curtido, simplemente hacé:
“¡Ufff! Esta pupusa pide ayuda… ¿me regala más salsita, por favor?”
Y poné esa cara de “me estoy deshidratando por exceso de queso”.
7. El secreto infalible: ¡llevá a tu abuelita!
Nadie le niega curtido a una señora mayor. Nunca. Si vas con tu abuela, ella lo pide así:
“Mire hijita, deme más, que estas viejas encías necesitan humedad.”
Y ¡boom! Te llenan el plato. Funciona hasta con pupuseras entrenadas por la CIA.
Lo que NO debés hacer
- No grités: “¡EY, REGÁLAME MÁS CURTIDO!”
Eso te pone en la lista negra. - No te sirvás sin permiso si es self-service limitado.
Hay cámaras. O peor: hay tías vigilando. - No hagás chistes de que el curtido está racionado “como en la guerra”.
Puede que la pupusera sea veterana de mil batallas y te gane con mirada.
Conclusión
Pedir más curtido y salsa es un arte que mezcla diplomacia, picardía y un poquito de teatro. No se trata de exigir, se trata de conectar, elogiar y entender que detrás de cada pupusa hay una guerrera del comal. Pero tampoco es pecado querer más curtido… porque una pupusa sin curtido es como una cumbia sin tambora: ¡incompleta!
Así que la próxima vez que veás el platito medio vacío, respirá profundo, sonreí, y aplicá estas técnicas.
Y si no funciona… abrí tu propia pupusería y serví curtido con cucharón de pozole. 😉