Todos amamos las pupusas. Pero no todos sabemos cómo comportarnos en una pupusería sin parecer gringo recién bajado del avión o cipote que nunca salió de la casa. Porque sí, aunque el ambiente sea relajado, hay reglas no escritas que todo buen salvadoreño debe respetar.
Aquí te va la guía definitiva de etiqueta en la pupusería, para que no hagás el ridículo, no te ganés miradas asesinas, y de paso, te atiendan con una sonrisa en vez de una pupusa carbonizada con mala intención.
1. Saludá al llegar, aunque nadie te conozca
La pupusería no es un restaurante fino, pero es territorio sagrado, y la pupusera es la matriarca del comal. No digás “buenas” con voz de zombie. Decí:
“¡Buenas, pupuserita! ¿Cómo están?”
Y si hay fila, saludá también a los demás. Aquí todos están unidos por el queso.
2. No preguntés “¿qué lleva la revuelta?”
¡Esa es una falta grave de salvadoreñidad!
La revuelta lleva frijoles, chicharrón y queso. Punto.
Si preguntás eso, te pueden quitar el pasaporte salvadoreño.
3. Esperá tu turno como la gente
Nada de meter la cabeza por encima del mostrador diciendo:
“¡Ey! Solo una para llevar.”
Todos en la fila tienen hambre. Si te colás, te podés ganar una mirada con más picante que la salsa.
4. No pidás 10 pupusas para llevar cuando hay fila y solo una pupusera
Si ves que la pupusera está sola, con tres comales llenos y cara de estrés, no seás descarado.
Si vas a pedir montón, llamá antes o llegá temprano. Y por el amor al curtido, no digás “las quiero sin queso y sin grasa” en ese momento. Te van a maldecir en náhuat.
5. No le hablés a la pupusera cuando está volando la masa
Eso es como hablarle a un cirujano en medio de una operación. Está en trance, conectada con el universo a través del comal. Esperá que voltee.
6. Usá las manos como Dios manda
¡Nada de tenedor y cuchillo si comés en la pupusería! Eso es ofensivo para la patria.
Agarrá la pupusa con las dos manos, abrila si querés echarle más curtido, y comé con orgullo.
7. No le pongás salsa a todo como si fuera cereal
¡Medilo, pues! El charco de salsa puede ofender a los tradicionales.
Echale encima, no ahogués a la pupusa. Acordate: pupusa no nada, pupusa se besa con la salsa.
8. Si se te cae curtido en la mesa, no lo empujés al suelo con la mano
¿Tenés cinco años? Agarrá una servilleta y limpialo.
Y si no hay servilletas a la vista, pedí con respeto. No digás:
“¡Ey, denme servilletas que esto está hecho un chiquero!”
Mejor:
“Disculpe, ¿tendrá una servilletita por ahí? Gracias.”
Eso abre corazones… y hasta te dan una pupusa extra si hay confianza.
9. Pagá con sencillo, no con billete de $100
La pupusera no es el Banco Hipotecario.
Si vas a pagar $2.50 y sacás un billete de a $50, la pupusera puede que te devuelva el cambio… en frijoles.
10. Agradecé al salir
No cuesta nada decir:
“Gracias, estaban buenísimas. Dios me las bendiga.”
Ese comentario puede hacerle el día a una pupusera que lleva 12 horas de pie. Además, el karma del comal es real: si das buen trato, te dan buen queso derretido.
11. No te pongás a contar chismes muy pesados en la mesa
Una pupusería es para comer, reír, y hablar de si la de queso estaba mejor que la de jalapeño. No es para:
“Mirá, y te acordás de la fulana que se metió con el marido de la prima de la hija de la tía…”
¡Nooo! La masa no es para eso.
12. No usés el baño sin pedir permiso (si es que hay)
Y si lo usás, dejalo más limpio de lo que lo encontraste.
No seas el responsable de que el rótulo diga: “Baño solo para empleados” desde mañana.
13. Evitá decir “estas pupusas están mejores que las de mi mamá”
Cuidado. Hay cosas que se sienten, pero no se dicen. 🙊
14. Si la pupusera se equivoca… no armés relajo
Acordate que están haciendo decenas de pupusas al mismo tiempo. Si te dieron una de frijol en vez de calabaza con espinaca:
“Disculpe, creo que esta no era la mía. Pero si quiere me la como igual, está rica.”
Y ganás respeto, buena onda… y posiblemente la pupusa correcta después.
Conclusión
Comer pupusas es un acto de amor, tradición y queso. Pero hacerlo con etiqueta es honrar la cultura, la pupusera y al comal mismo.
Así que la próxima vez que vayás a tu pupusería favorita, no solo llevés hambre, llevá educación, humildad y servilletas.
Porque el salvadoreño de verdad, no solo come pupusas: las respeta.